EL HIMNO DE ESPAÑA
Cuando el día 28 de noviembre de 2003 Benito Esteve bajaba por las escaleras del Rod Laver Arena de Melbourne, escasamente podía contener su emoción por el hecho que se había producido dentro del recinto deportivo. El éxito de su plan había superado todas sus expectativas. Su cara estaba llena de lágrimas, unas lágrimas mezcla de la risa y del recuerdo emotivo.
Benito era un valenciano que llevaba 10 años viviendo en Melbourne, allí había creado una pequeña empresa de exportación de madera. El motivo por el cual Benito fue a parar a un país tan alejado de España se debió a que fue enviado a Australia por la empresa de muebles donde trabajaba en Valencia, para supervisar una importante partida de madera que se enviaba a España. Él era un hombre inteligente y astuto, enseguida vio que allí había posibilidades de hacer negocio y al año siguiente decidió instalarse en Melbourne.
Había nacido en Buñol, una importante localidad valenciana, donde mayoritariamente se dedican a la agricultura, incluida su familia, pero a Benito nunca le gustó el campo, aspiraba a tener un futuro distinto y ese motivo fue el que le llevó a buscar trabajo en la capital. Durante su juventud vivía en Valencia pero había dos elementos que hacían que todos los fines de semana fuera a Buñol: la familia y su banda de Música la “Armónica”.
En el pueblo siempre había existido gran rivalidad entre las dos Bandas de Música que había: “la Armónica” y “la Artística”. La banda de música a la que uno pertenecía era un acto de militancia y la familia Esteve siempre fue fiel a la “la Armónica”, durante generaciones todos habían sido músicos de esta banda y siempre con el mismo instrumento: la trompeta.
En el año 1958 en el certamen de bandas habían llegado a la final tres: la municipal de Valencia, y las dos de Buñol. La plaza de toros de Valencia estaba hasta la bandera y por sorteo “la Armónica” fue la última en intervenir. Llevaban un programa difícil de interpretar donde había obras de Rimsky-Korsakow, Ravel y Oudrid y se cerraba el programa con una obra de este último compositor “Los sitios de Zaragoza”. En la parte final de esta obra, hay escrito un solo de trompeta muy arriesgado, Anselmo Esteve- abuelo de Benito- se puso de pie y tras el calderón de la partitura, atacó con fuerza y precisión el pasaje dando con su trompeta un Do sobreagudo que aún hoy en día se comenta en los círculos musicales de Valencia. La “Armónica” ganó el certamen y Anselmo se convirtió en el héroe de la noche. A la vuelta a Buñol todo el mundo le paraba en la calle para felicitarle y Anselmo era el hombre más feliz. Aquella felicidad a los pocos días se convertiría en desgracia cuando en un ensayo de la banda, mientras los músicos calentaban y cada uno hacía vibrar su instrumento en una cacofonía de sonidos, Anselmo empezó a hacer sonar el himno de la República. En ese instante entró el director, se dirigió hacia él y de forma brusca le quitó la trompeta de los labios. Anselmo le respondió que todavía no había empezado el ensayo y mientras calentaba podía tocar las notas que quisiera. Se enzarzaron en una agria discusión y el director le obligó a abandonar el ensayo.
A los pocos días recibió una carta donde decía que reunida la junta directiva la Sociedad de la “Armónica” había decidido expulsarle para siempre de la Banda. Aquello fue un mazazo para Anselmo y para toda la familia, él vio que en esa decisión había pesado mucho su pasado republicano y el odio que le tenía el director. Fueron unos días muy difíciles para Anselmo, sabía que nunca le admitirían en la otra banda y sus días como trompeta habían terminado. Este pasaje en la historia de la familia Esteve siempre había sido recordado y transmitido de padres a hijos.
Benito oía tocar a su abuelo cuando de chaval le daba clases de trompeta, un día le preguntó qué música era esa por la que le habían expulsado de la banda. Anselmo le explicó que aquel himno que él tocó se llamaba “de Riego” , en honor al general Rafael Riego que defendió la causa liberal en el siglo XIX y fue proclamado como himno de España. Después el régimen de Franco lo reemplazó por una antigua Marcha Granadera, y durante todos estos años hasta nuestros días, este himno ha permanecido y ahora se llama la Marcha Real.
Benito no entendió gran cosa y siguió soplando con mucho esfuerzo en su trompeta. El abuelo le había dicho que desgraciadamente tenía un labio muy flojo y lo tenía muy difícil para ser primer trompeta. Años más tarde Benito fue admitido en la banda pero le adjudicaron un puesto de tercer trompeta, a él ya le pareció bien porque sabía que no tenía condiciones para ese instrumento.
En Australia, a pesar de haberse llevado la trompeta, nunca volvió a tocarla. Su trabajo le absorbía todo el tiempo y además se desanimó porque allí las bandas tocaban una música que no le gustaba. Él se emocionaba con los pasodobles, las zarzuelas, etc. Aunque desistió de tocar la trompeta, siempre que podía asistía a conciertos clásicos con trompeta como solista o iba a escuchar a los grandes trompetas de música de Jazz como Wynton Marsalis que era su favorito.
Un día cuando Benito llegó a la empresa, vio encima de la mesa de su oficina un periódico que en portada y en gran titular decía que España y Australia iban a jugar la final de la Copa Davis en Melbourne. Aquello le llenó de una gran alegría, aunque no tenía un gran interés por este deporte, sabía que llegarían muchos españoles. En la noticia aparecía detallada la lista de tenistas españoles y una pequeña biografía de cada uno, comprobó con gran ilusión que en el equipo había un valenciano Juan Carlos Ferreo. A partir de ese momento la prensa local se hacía eco de cualquier noticia relacionada con el gran evento deportivo y Benito leía y seguía todo lo relacionado con aquella final de tenis.
Dos semanas antes de la final, la Federación Australiana de tenis presentó el programa de la ceremonia de apertura de la final. En ella se detallaba todo el protocolo que se seguiría y en el apartado final como punto culminante decía: “ambas selecciones saldrán a la pista del Rod Laver Arena y nuestro gran trompetista James Morrison en forma de sólo interpretará los himnos de España y Australia”.
Benito sintió algo extraño en su cabeza, se mezclaban ideas y recuerdos del pasado al leer lo del “himno de España” interpretado por una trompeta. Rápidamente entre sus pensamientos tomó el primer plano el recuerdo de aquellos días en que su abuelo había sido expulsado de la Banda por interpretar el “himno de España” pero no el oficial si no el de la República.
Aquella noche Benito tardó mucho en conciliar el sueño. A la mañana siguiente, se despertó sobresaltado cuando escuchó el móvil en su mesilla, era su secretaria que le avisaba que tenía una reunión con un cliente a las 8 h y eran ya las 9 h y todavía le estaba esperando. Le dijo que se disculpase con alguna excusa. Colgó el móvil pero no se movió de la cama había tenido un sueño extraño y empezó a darle vueltas a aquel sueño: Vio a su abuelo tocando el himno de la República en la ceremonia de apertura y todo el público de pié aplaudiéndole. Pensó como aquel sueño podía hacerse realidad. Su abuelo no tocaría el himno de la República aquel día pero James Morrisón sí que podía hacerlo.
La empresa no era fácil, porque estas cosas se mueven a nivel de embajadas, pero tenía un contacto muy cercano en la embajada española que le facilitaría el trabajo. Aquel contacto cercano se llamaba Marisa, secretaria del embajador, una joven asturiana que durante dos años había sido novia de Benito.
La amistad entre ambos se produjo cuando Benito llegó a Melbourne y Marisa se convirtió en su ángel de la guarda con la complicada burocracia de papeles para obtener la residencia. Aquellos asiduos contactos derivaron en una relación sentimental, posiblemente por ser dos personas con una misma sensibilidad en un país extraño para ellos. Su relación no llegó a cuajar porque Marisa siempre pensaba en volver a España, su añoranza era muy fuerte. Benito tenía muy claro que su vida estaba allí y bajo ningún concepto abandonaría todo aquello que tanto esfuerzo le había costado conseguir. Después de su ruptura amistosa siempre mantuvieron muy buena relación, él le llamaba de vez en cuando y le invitaba a cenar para comentar todo lo que acontecía en España. A Marisa aquellas cenas siempre le reconfortaban y le gustaba escuchar a Benito hablando de cosas de España. En una de estas cenas Benito le explicó su sueño y que tenía un plan sobre la música del himno nacional. Después de escucharlo Marisa le dijo que estaba loco y que su plan podría acarrearle serios problemas, él le dijo que no quería comprometerla sólo deseaba información.
- Necesito saber cómo y cuándo se envia la música del himno español a la Federación Australiana de Tenis.
Benito envió un mail a un antiguo amigo de la Banda para solicitarle que le enviase la partitura del himno de la República para trompeta, diciéndole que era para una sorpresa. A los dos días recibió un correo electrónico con el himno. Benito cambió el título de himno de Riego por el de Himno Nacional de España para trompeta sola en Sib. Ya tenía preparada la partitura y ahora tenía que esperar las noticias de Marisa.
Cuando faltaban cuatro días para la inauguración, Marisa llamó por teléfono a Benito y le dijo que la Federación Australiana había solicitado la partitura del himno y que si no era posible conseguirla, ellos disponían de un CD recopilatorio de himnos nacionales entre los que se encontraba en himno nacional español. Aquello le pareció estupendo para su plan, si enviaban una grabación al trompetista, le obligaban a sacar la partitura de la grabación, cosa un tanto latosa, entonces él se las arreglaría para proporcionarle la partitura ya escrita.
Al día siguiente Benito fue a ver a Marisa a la oficina de la embajada y le pidió un sobre grande con el membrete de la embajada, Marisa volvió a insistirle que abandonase su plan, pero él no estaba dispuesto a renunciar, le dijo que sólo renunciaría si en la representación oficial española había alguien de la Casa Real o el presidente del gobierno. Marisa le confirmó que la representación española al más alto nivel estaría formada por el Secretario de Estado para el Deporte y el presidente de la Federación Española de Tenis.
Cuando salió de la embajada, Benito lo tenía claro, enviaría directamente la partitura a James Morrison. Así que colocó la partitura en el sobre con una nota que decía:
“Habiendo conseguido la partitura del Himno Nacional Español, se la remitimos para facilitarle su trabajo. Lamentamos el retraso pero no ha sido posible conseguirla antes por cuestiones burocráticas.”
El trompetista James Morrison era muy conocido en Melbourne y no fue difícil dar con su dirección. Benito buscó aquella misma mañana a una empresa de mensajería y entregó el sobre. Los dos días que faltaban para el evento estuvo nervioso, había cancelado un viaje a Camberra para esas fechas y su mente estaba concentrada en su plan leyendo y escuchando todas las noticias que aparecían en la prensa, la radio, la TV etc. Todo estaba marchando sobre ruedas, sólo había que esperar. La víspera de la final telefoneó a Buñol, habló con su madre y le dijo que reuniera a toda la familia para ver la inauguración del torneo de tenis. Su madre no entendía aquella petición y le dijo que a ellos no les gustaba el tenis, Benito insistió diciéndole que cuando la viese, lo entendería todo.
El día 23 de noviembre amaneció soleado, pensó que era un día estupendo para jugar al tenis, cogió su cámara de video y las dos entradas que había comprado, aunque Marisa le había dicho que no vendría, y se dirigió al Rod Laver Arena. Cuando llegó, en los alrededores el gentío era enorme y tardó media hora en sentarse en la grada. El recinto estaba lleno hasta la bandera con un griterío ensordecedor, obviamente los cánticos y el color que predominaba era el amarillo y verde, aunque en un lateral se veía un grupo de españoles con la bandera rojigualda que agitaban con gran entusiasmo. Se anunció por megafonía que iban a entrar en la pista las selecciones de España y Australia, en el momento de su aparición todavía el ruido subió más decibelios. Cuando ambas selecciones formaron en el centro de la pista, se produjo un gran silencio.
A Benito le empezó a latir fuerte el corazón, sus manos le sudaban y tuvo ciertas dificultades para poner en marcha su cámara de video. Por un lateral hizo la entrada en la pista James Morrison, vestido de negro para la ocasión y con su trompeta en la mano. Por un instante, se sobresaltó al ver que no traía la partitura, pero enseguida pensó que era una tontería, puesto que un profesional tenía que tocar de memoria.
Benito había conseguido dos buenas localidades y se encontraba cerca de la pista y enfrente de los jugadores. Al escuchar el primer compás le invadió una sensación de alegría estaba sonando el himno de la República, su plan se había cumplido y pensó que en aquellos instantes millones de personas en todo el mundo estaban escuchando aquel himno que tanto gustaba de tocar al abuelo y tanto perjuicio había traído a su familia.
En un primer instante nadie reaccionó, pero así como avanzaba la partitura se iba produciendo el desconcierto, los jugadores empezaron a mirarse unos a otros no entendiendo lo que estaba pasando. Cuando terminó Morrison, se escucharon silbidos y gritos de protesta desde la bancada española. Benito apuntó con su cámara hacia nuestra delegación y observó como el Secretario de Estado para el Deporte se ponía en pie y con los brazos levantados empezaba a gritar, varias de las personalidades también se pusieron en pie y abandonaron el palco. El público australiano también estaba perplejo, nadie sabía que estaba pasando, el trompetista sonreía con cara de circunstancia pero al igual que el resto de los asistentes no entendía nada de lo que acontecía. Benito estaba disfrutando de lo lindo porque superaba todas sus expectativas ya que esta segunda parte ni siquiera la había imaginado.
Se interrumpió la ceremonia y el caos iba en aumento al cabo de cinco minutos apareció en el centro de la pista el Presidente de la Federación Australiana de Tenis con el micro en la mano y escuchándose por la megafonía del estadio, pidió disculpas a la delegación española y al pueblo español admitiendo su error por haberle entregado al Sr. Morrison un CD equivocado.
Al momento sonó el móvil de Benito y vio que era una llamada de España, se puso el teléfono en la oreja y escuchó a su madre:
Benito “ché, t’has pasao” pero ha sido genial aquí están tu padre, tus hermanos y tus tíos tronchándose de la risa.
Ahora no puedo hablar, ya os lo contaré con todo detalle más tarde.
Tras las disculpas y la breve reunión entre los jugadores y la representación oficial española, se optó por iniciar la competición. El equipo español había escogido para este primer partido al valenciano Juan Carlos Ferreo pero para Benito, a pesar de ser un tocayo de la tierra el que jugaba, el impacto emocional había sido muy fuerte y su cabeza estaba fuera del acontecimiento deportivo, a los pocos minutos de iniciarse el partido, se levantó del asiento y abandonó el recinto.
Al día siguiente cuando iba a salir de casa, sonó el teléfono y enseguida reconoció la voz de Marisa:
¿Has visto la prensa?
En estos instantes salía a comprarla- dijo él.
¡Menuda la que has armado, Benito!
Supongo que no se va a iniciar una guerra entre España y Australia. Marisa para mí ha sido uno de los días más felices de mi vida, tú no lo puedes comprender, bueno voy a colgar porque estoy impaciente de leerla.
Cuando llegó al quiosco, vio que todos los periódicos se hacían eco del percance con el himno español. “ España 1, Australia 1 Diplomacia 0 “ – «Doble falta para Australia», titulaba el Herald Sun que, en su información añadía: «Hicimos un ridículo diplomático y es justo disculparse”. Otro periódico comentaba que el Sr. Morrison había declarado que él recibió un CD con himnos españoles y una partitura que coincidía con uno de los himnos de la grabación y no entendía donde había estado el error. En ningún medio se hablaba de abrir una investigación sobre lo sucedido, todos aludían a un error de la Federación Australiana, Benito se sintió reconfortado y se dirigió ufano y contento al trabajo.
Por la noche, cuando llegó a casa, vio que en el teléfono del recibidor estaba parpadeando la luz del contestador automático, rebobinó la cinta, pisó play, se dirigió a su cuarto, y cuando estaba desabrochándose la camisa, se quedó atónito al oír una trompeta tocando el himno de Riego y al terminar una voz dijo:
- ¡Che!...que lo sabemos todo.
Estadilla (Huesca) 2004