Los oyentes suelen interpretar la música de forma abstracta e intuitiva. Mientras que un poema o una historia tienen una narrativa o un mensaje claros, el «significado» de la música es más fluido y abierto a la interpretación personal. Esta naturaleza asemántica permite a los oyentes proyectar sus propias experiencias y emociones en la música, convirtiéndola en una forma de arte altamente subjetiva.