USANDIZAGA: UNA REFLEXIÓN
Después de unos años, he vuelto a San Sebastián y paseando por sus calles me he encontrado con la figura de José María de Usandizaga. Yo recordaba haber escuchado algunas composiciones suyas, pero lo que no sabía es que había muerto a la edad de 28 años. Volví a escuchar su música y a estudiarla, pero ahora con otra perspectiva. Uno se da cuenta de que, desde su “Cuarteto en Sol M”, que escribió con 18 años, hasta su zarzuela “Las golondrinas”, habían pasado solamente nueve años. Nueve años son un espacio de tiempo muy breve en la vida de un compositor (a excepción de Mozart, que escribía directamente a limpio) porque cualquier músico necesita un proceso de maduración y destilación de su estilo hasta llegar a esa esencia creativa.
Todo compositor durante el primer periodo de su obra padece las influencias de sus predecesores y busca desesperadamente abrirse un camino con luz propia. Existen muchos ejemplos de compositores que sufren el peso de las influencias, hasta los más grandes. La primera sonata para piano de Brahms suena clarísimamente a Beethoven. Usandizaga también siente esa influencia, sobre todo francesa, debido a su formación. Creo que en su “Pieza sinfónica” para órgano se aprecian influencias de César Frank , sin embargo, muestra una búsqueda de nuevas armonías y contrastes de texturas que la hacen interesante.
En la historia de la música aparece un fenómeno que se repite en muchos compositores. Cuando alcanzan una cierta edad, sobre los 30 o 35, se inicia un giro en su obra. Con 38 años Falla empieza su “Amor Brujo”, que abrió un nuevo estilo en su música, con una personalidad desconocida hasta ese momento en el panorama español. Uno de los más grandes compositores de la historia, Beethoven, escribió su sonata “Appasionata” con 34 años, una música con un ímpetu arrollador como nunca se había escuchado, que cambió toda su poética musical. Podríamos encontrar cientos de ejemplos como los que acabo de citar.
En la última etapa de su corta vida, Usandizaga se centra en la zarzuela-ópera, con la que alcanzó su gran reconocimiento a nivel nacional. Pienso que él se sentía fuerte, musicalmente hablando, porque sabía que su dominio de la armonía y la sutileza de su orquestación eran muy superiores al círculo de compositores de zarzuelas de Madrid, los cuales quedaron impresionados con la música del joven donostiarra.
Si Wagner hubiera muerto a la edad de Usandizaga su máxima realización hubiera sido su ópera “Rienzi”. Composición de clara influencia francesa, de la cual abominó toda su vida por considerarla espantosa según sus propias palabras. Tendrían que pasar 34 años más hasta alcanzar su cumbre con “El anillo del nibelungo”.
Con esta reflexión quiero decir que la música de Usandizaga estaba a punto de alcanzar ese momento en el que un artista abandona a sus predecesores. Incluso creo que llegó a reconocer el camino para alcanzarlo: la exploración del folclore como recurso de creación y de identidad, como vieron Falla y Albéniz. Estos dos compositores hundieron sus raíces en el folclore y de ese terreno brotó una música tan extraordinaria como “El sombrero de tres picos” o la “Suite Iberia”. Ellos tuvieron lo que Usandizaga no tuvo: tiempo.
En definitiva, la temprana desaparición del donostiarra malogró una nueva y prometedora figura para la música española, pero, sobre todo, fue una gran pérdida para la cultura vasca.
AURELIO VARDAXÍ
Estadilla (Huesca) 2015